Las entrañables recetas de esos platos contundentes, sabrosos y que nos dejaban listos para la siesta --o para que en verano no nos dejaran bañarnos por varias horas (que acortábamos a más no poder) en la piscina o en el estero o lo que fuera para evitar un posible calambre fatal. Eran asegurádamente fantásticas, pero con ojos de hoy, también le aseguraron la temprana tumba a más de algún selecto antepasado o pariente lateral, pues consistían en mucho de todo lo que hoy nos promete kilos, arterias taponadas y otros males que nos impiden lo único que, salvo por la gula que podría implicar, no es pecaminoso: comer.
Todas las recetas contienen mínimo medio kilo de mantequilla y una docena de huevos "bonitos" si es una torta, y todo con azúcares, ya sea rubia, negra o refinada, pero por toneladas, y lo más maravilloso solía ser frito, "en abundante aceite" y luego escurrido sobre papel para ser espolvoreado con azúcar impalpable o "flor", como se llama en Chile.
¡Ah! ¿cuándo la gordura volverá a ser parte de la hermosura? ¿cuándo podremos comer sin el único cargo de conciencia que va quedando en el sentir del siglo XXI en que hasta matar lo consideran discutible?
¡viva el colesterol!
ResponderBorrar;-)
¡¡¡YES!!!
ResponderBorrar