Dos gatos y un pollo

Si han tenido la debilidad de aceptar mascotas de sus hijos en un momento de obnubilación, cuando llegan con un pollito recién descartado de la incubadora y se lo han ganado en una kermesse del colegio diciendo: "¡pero mamá, si todos los de mi curso se lo ganaron!" y además ya hay una sobrepoblación de gatos tiernos, pero sin pedigree alguno, coleccionados de los techos y calles, me entenderán el drama que fue aquello, pues todo ese zoológico era incompatible entre si y yo, cual policía del tránsito hacía circular a unos y otros para que no sirvieran de alimento entre todos ellos, ganando -en este caso- los gatos, de los cuales adjunto una foto muy celebrada y bajada desde mi fotolog de Webshots decenas de veces.

Bueno, sucedió esto y ¿qué hacer? ya estaba el pollito, los gatos y las tortugas y en el dilema mi esposo usó la jaula del hamster ya difunto (esa es otra historia) y lo puso en la terraza para defenderlo de los mininos.

Bien, ya podíamos respirar otra vez, sin pesadillas de los chicos respecto a la salud de sus amores animales, cuando sentimos desde arriba un alboroto de proporciones y era nada menos ¡que el gato se había metido en la jaula y se estaba relamiendo langueteando al pollo! le estaba "dando una probadita", por suerte para el emplumado personaje, pero fue suficiente para convencer a los hijos de las bondades del campo y lo llevamos a la casa de la playa y ahí mejoró la raza ultracosanguínea de las gallinitas del lugar.