Un rincón para detenerse con buen clima en general. Como en todos los sitios, acá no faltarán los nubarrones, pero con que pasen, ¡todo en su lugar!



sábado, 20 de marzo de 2004

Con escalera de caracol

Una mujer con su cámara me observa desde el frente, desde un poco atractivo edificio de estacionamientos, con poca clase y desmesurado para el ancho de la calle Barcelona que fue proyectada como calle del interior cuando Providencia era elegante con sus plátanos orientales y sus baldosas rosadas que le daban ese aire francés tan apreciado cuando se formó este barrio....¡ay! qué tiempos aquellos en que estaba rodeada de otras casas de dimensiones humanas, amigables, creando un entorno seguro donde todos los habitantes se conocían. Todos sabían quién era quién, no como ahora, que con tantas instituciones, oficinas y otras entidades despersonalizadas lo que inspiró todo lo que me rodea ya no tiene sentido y me he ido quedando sola, como una isla destartalándose, viniendo a menos. Mi única vecina, está tapiada para no cobijar vagabundos y casi en ruinas. Poco se la distingue al lado de los edificios de más de 10 pisos; se ve insignificante....¡qué sabrán los paseantes casuales de los bailes, los tecitos con las amigas de la señora Isidora en esa casa del lado, y de las reuniones en la terraza que tengo arriba del techo, donde se desarrolló la vida de esta familia por generaciones! ¡qué sabrán los partidarios de las demoliciones, sin corazón ni más sentimiento que el signo peso!

La escalera de caracol que poseo fue un capricho de la señora Juana. Don Ismael no quería hacer ese gasto por poco práctico y hasta peligroso, pero ella se puso firme y nada la logró convencer de cambiar de idea. Se podía mirar sin que te vieran y, como estaba tan bien ubicada , a los amigos de los hijos les encantaba reunirse aquí. Perdí la cuenta de los romances que nacieron al subir y bajar esos peldaños que requerían turnos para no caerse y que algunos aprovechados utilizaron para hacerse los encotradizos con las niñas en el poco espacio...¡y las niñas no respetaban los turnos precisamente! ¡cuántos besos furtivos conoció esa escalera de doña Juana! Don Ismael no andaba tan despistado después de todo. Era bien pícaro el caballero. ¡Eran fieras esas damas; imponían su estilo sobrio y fino que las distinguía. Nada de malas juntas ni vicios privados ni menos públicos. Toda la familia ¡derechita! y ella presente, "sabiendo hacer las cosas, hijita, para poder mandar".

De vez en cuando se aparece alguna anciana para recordar tiempos y estilos de vida que no volverán, y se van tan tristes. Pareciera que al verme tuvieran un espejo al frente, y yo las comprendo: ya no suben y bajan corriendo mis escaleras como antes; muchas de ellas usan sus bastones y suspiran.

Así se ha venido la ciudad encima de los barrios tradicionales. ¿Es bueno? ¿Es malo?
Dejo la casa que me ha inspirado con su entorno. Al lado, separada por la casita pequeña que mencione en la "historia posible", hay un enorme edificio de consultas médicas. El progreso tiene su costo y no se puede detener...¿o sí? ¿hasta qué punto? Difíciles respuestas.
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POST SCRIPTUM:

No puedo sino dejar en sitio destacado la historia que PON --del blog "La Montaña de la Espalda Quebrada"-- ha dejado como comentario en la entrada con el "desafío". Es fuera de lo común, pues escribe muy bien; le da vida a lo que describe.

La vieja escalera de caracol está oxidada; hace tiempo que nadie le bruñe con aceite y gasolina su adornada barandilla y sus escalones desgastados. Se siente sola y descuidada, ella que era tan coqueta, tan femenina con sus curvas y sus recovecos, tan viva..........si cierra los ojos al sol de mayo, recuerda como si estuviera allí otra vez el cuerpecito delgado y rubio de la chiquilla que se pasaba las horas leyendo libros de cuentos y que después, más mayor, dibujaba dejando descuidadamente sus lápices sobre los peldaños. Recuerda cuando la chiquilla se apartaba con una sonrisa al subir la madre los escalones pesadamante con un cesto de ropa mojada para tender en la terraza. Recuerda la sombra de la ropa limpia al viento y los besos que se daba la hermana mayor con su novio, apoyada en la base de la barandilla, de noche y a escondidas, besos entre susurros y abrazos descubridores. Siente de nuevo la enredadera que subió aquel año y que floreció en lilas y morados, y ella se sentía tan guapa y fragante.
La vieja escalera de caracol tiene en la memoria los dias de verano en que la familia entera y amigos y parientes subían a la terraza con mangueras y jugaban con el agua, y las noches de fin de año, cuando las mismas familias y amigos subían en el gélido aire a despedir un año y dar la bienvenida a otro con petardos y canciones.
La vieja escalera no ha perdido la esperanza. Ha visto, en ese edificio tan feo que hay enfrente, a un niño y una niña de no más de diez años mirándola con detenimiento y haciendo gestos. Sabe que ella es irresistible para los niños, y por tanto espera pacientemente. Sabe que sin tardar mucho, esos dos niños van a venir a sus peldaños y su barandilla a jugar con sus lápices, sus coches y sus balones, y que con ellos vendrá otros niños, y que el ciclo siempre continúa.



2 comentarios:

AleMamá dijo...

Pienso que en algún momento le agregaron construcciones en lo alto. Se nota el pegoteo de elementos.

pon dijo...

Pues muchísimas gracias, me siento muy honrada, Alemamá. Hay que ver lo que da de sí una escalera......podría llamarse "Historias de una escalera", como aquella obra teatral de Buero Vallejo, que si no has leído te recomiendo vivamente.

Un beso grande y un placer colaborar contigo.

Algo de mí

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Vitacura, Santiago de Chile, Chile
Mujer, hija, esposa, madre, y como consecuencia, ahora soy abuela de Sofía,Isabel y Juanito, por el momento, mientras llegan los demás que están en la mente de Dios. Tengo 5 hijos, uno de ellos es sacerdote católico. Una bendición inmerecida. Mi apodo bloguero de AleMamá se lo debo a mi yerno. Para distinguirme de su esposa llamada como yo (y no por culpa mía) comenzó a llamarme así. Muchos me lo escriben como "Alemana", pero no, se trata de Ale, como apócope de Alejandra, y mamá por el mejor papel que la vida me ha dado, el de esposa y madre. Soy chilena, católica, y con la cultura occidental muy metida en el alma. Me interesa la tecnología y la ciencia al servicio del hombre, considerando la Ley de Dios siempre, siempre, siempre.

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