La imagen la tomé de acá* (ignoro su autor, pero firma Valladares. Gracias)
No se casó, no tuvo hijos, no tiene parientes cerca y el terremoto del Bicentenario tiró su casa y no le queda más que una arrendada que no le acomoda y en la que pasa frio y penas.
Con su ceguera parcial ya no tiene ni el consuelo de leer o ver sus series lacrimosas en la televisión. Escucha el noticiero y le llegan algunos deshilachados chismes e historias del pueblo que se le van haciendo extrañas: "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". Sus amistades van raleando, de a poco, pero sin cesar. Ya casi no llama por teléfono ni nadie hace sonar el rin-rin alegre que presagiaba conversación, noticias y que alguien la recordaba. Es una sombra esperando la muerte mientras sigue respirando.
Su soltería se consumó porque su horrible madre le correteó todos los pretendientes que llegaron a su puerta, y no fueron pocos. La anciana hipocondríaca quería una enfermera de confianza y Pepa era la mejor. Jamás se dió por enterada de que era víctima de una especie de esclavitud, muy asumida por la veneración que le profesaba a la vieja, pero la sumisión iba más allá del deber, ¡y qué caro lo ha pagado!
Hay quienes cuentan algunas historias de un amor inconfesable. Que fué fulano, no, que zutano, que se embarazó...que lo perdió, que abortó, que jamás pudo pasar algo así, que esto, que lo otro, pero por su estilo de vida retirada y abnegada es difícil de creer. No calza.
¡Quién sabe y qué importa ya!, es historia todo lo que ha pasado. Pareciera que su vida tuvo un corte el 27 de febrero de 2010 con el gran sismo y que hoy vive un epílogo, algo agregado, irreal; un equívoco en el guión rutinario de sus días iguales.
No sabe cómo sigue la vida hasta que amanezca el día en que Dios diga: FIN....pero ella no cree en Dios....la vieja, su madre, hasta eso le quitó: la fe y la esperanza......