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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Sucedió en el sur. Historias de Marco y Chelita


Sus familias eran muy amigas. Eran jovencísimos y bastante afines ,entre otras cosas porque habían venido a Chile desde la lejana Bélgica, y la patria lejana hermana las personas tanto como compartir la sangre.

Ambos chicos eran muy compinches y --dicen-- el joven estaría enamorado de ella. Puede ser y puede no ser, pero le da un toque muy romántico a la historia, porque Graciela, mi tía a la que llamaban Chelita, estaba comprometida para casarse con Patricio G. y jamás consideró de otro modo que como amigo a Marco de B.

Tocó que por un infortunado desencuentro con una persona, Marco estuvo expuesto a una lluvia de las que se conocen en el invierno en el sur de Chile, con un frío que calaba, y como consecuencia enfermó de bronconeumonía, temido mal por sus altos índices de muerte en tiempos sin penicilina.

Marco se debatió durante varios días luchando por sobrevivir, y quizás lo hubiera conseguido si no hubiera estado totalmente sugestionado por una "lectura de manos" que le hizo poco antes una gitana, diciéndole que moriría el día de su cumpleaños. Efectivamente, el día que cumplía 23, murió, y en los días previos el pobre muchacho gritaba y lloraba diciendo que no quería morir, mientras recordaba el oráculo.

Fue enterrado en el cementerio de San Javier de Loncomilla y ahí reposan sus restos todavía, pero hubo una historia curiosa, pues también su compañera de infancia y juventud murió de una manera inesperada uniendo en la muerte sus historias.

Ella enfermó de tuberculosis galopante y en pocos meses la enfermedad le ganó a sus reservas de vida. Poco antes, el noviecito se había esfumado, espantado por el doctor Koch y su bacilo, mortal en aquella época. Hizo sufrir enormemente a su novia, una niña enamorada. Pato G. tenía razón de ser prudente, pero no de ser cobarde y desaparecer así.

El día del funeral de Chelita -que sólo  vivió 20 años- llevaban su ataúd al sitio que tenían previsto mis abuelos, pero el cajón era más ancho que el espacio para su inhumación. Había que solucionarlo, y mi padre, entonces un adolescente de 14 , fue el encargado de ir por todo el cementerio con una cinta métrica en la mano buscando un nicho disponible donde colocar a su infortunada hermana, y el único que tenía las dimensiones necesarias estaba exactamente sobre la tumba de Marco, su querido amigo recientemente enterrado.



13 comentarios:

AleMamá dijo...

Hay historias que se van encadenando de modos tan especiales que tienen un punto de extraordinario. Cuando conozco alguna, generalmente por narraciones de mi madre, trato de preservarlas del olvido acá en el blog. Si hay inexactitudes o lagunas en ellas no es tan importante para mi como su conservación.
Ésta es una de ellas.

Winnie dijo...

Hay historias que desde luego merecen no ser olvidadas...Gracias por contarlas...Besos

angela dijo...

Historias de la vida Ale ha sido casualidad , yo lo entiendo así... me cuesta tanto crer en el destino....Un abrazo y que pases un buen fin de semana.Angela

Fernando dijo...

Hola, Alemamá. Si no fuera por la seriedad del tono y del asunto, habría pensado que era una narración, tan bella e imaginativa como los buenos cuentos de García Márquez.

La vida y la muerte imitan al arte.

Espero que ya nadie muera en Chile sin tener un agujero con el tamaño necesario para su ataud.

AleMamá dijo...

ÁNGELA: tienes TODA la razón, amiga.....no creo en las gitanas ni en la mala o buena suerte que puedan darte algunos objetos o circunstancias, justo por eso me entristece qeu una estupidez así haya ayudado a un final tan triste.

Anónimo dijo...

Francamente Ale. Tu historia es verdaderamente curiosa, pero además, siendo un relato triste, lo cuentas con un humor que me provoca la sonrisa.

Ahí tenemos que darle.

Hay que provocar esa sensación agradable en las personas. Que sonriamos y nos esponjemos.

Gracias

Luisa

Luis y Mª Jesús dijo...

¡Que escalofrío!.
Besos

Mariluz Arregui dijo...

Querida Ale,
coincido con Fernando en una cosa, y es que tu relato podría haber sido de García Márquez....pensé lo mismo al terminar de leerlo.

La gran ventaja es que es tuyo,y además, auténtico.Así que eso brinda la oportunidad de decirte que además de ser una bella y triste historia, escribes muy bien. Y para mí, más acostumbrada al uso "español" que tenemos aquí del castelllano, es un auténtico placer leerte, así.



Pero no consideres este comentario como una presión para que escribas más : lo que haces día a día aquí, hables d e lo que hables, nos hace seguirte siempre...no lo olvides...

Ale,
eres un hallazgo maravilloso que siempre agradezco. recibe un beso ( sin virus :) muy fuerte,

hna. josefina dijo...

¡¡Qué historia!!
Un abrazo.

Unknown dijo...

¡Qué maravillosa historia! Y qué agradable la manera de comentarla. Si hasta parece una leyenda.
Me ha dado mucho gusto leerte y embelezarme con esta historia que en tan pocas lineas logró atraparme por completo.

Unknown dijo...

Olvidé decirte que está hermoso el "nuevo look" de tu blog. Felicidades, se ve que estás contenta por la llegada de la primavera.

j.a.varela dijo...

Alemamá:
No te conocíamos esta veta en la novela negra! Tienes futuro.

Hace poco leí una autora española con mucho de chilena (Blanca García Valdecasas) que tenía una serie de cuentos muy del estilo del de tu pariente.

Saludos,

Juan

AleMamá dijo...

Queridos Tere, Luis y Mª Jesús, Only Mary, Fernando y Juan Alberto:
Qué bueno que les haya gustado la historia de mi tía y de Marco, amigo de mi familia.
Gracias por sus elogios. A los blogueros nos hace bien recibirlos de vez en cuando. Sirve para los días de falta de inspiración, pero hay que dosificarlos para no creerse el cuento de la calidad literaria que poseemos, jeje
Besos

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Vitacura, Santiago de Chile, Chile
Mujer, hija, esposa, madre, y como consecuencia, ahora soy abuela de Sofía,Isabel y Juanito, por el momento, mientras llegan los demás que están en la mente de Dios. Tengo 5 hijos, uno de ellos es sacerdote católico. Una bendición inmerecida. Mi apodo bloguero de AleMamá se lo debo a mi yerno. Para distinguirme de su esposa llamada como yo (y no por culpa mía) comenzó a llamarme así. Muchos me lo escriben como "Alemana", pero no, se trata de Ale, como apócope de Alejandra, y mamá por el mejor papel que la vida me ha dado, el de esposa y madre. Soy chilena, católica, y con la cultura occidental muy metida en el alma. Me interesa la tecnología y la ciencia al servicio del hombre, considerando la Ley de Dios siempre, siempre, siempre.

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