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sábado, 21 de mayo de 2011

Héroe naval de diez años


Durante el funeral de mi tía, que narraba acá pude apreciar el nuevo monumento que hay en la plaza del pueblo. Se trata del grumete José Emilio Amigo Amigo que a la edad de 10 años luchó en el Combate Naval de Iquique (21 de mayo de 1879).

Es estremecedor pensar siquiera en esos miles de niños que se embarcaban en misiones inciertas, tal como se veía en la película Capitán de Mar y Guerra, con la actuación de Max Pirkis en el rol de un niño marinero que había perdido un brazo.

Hoy los niños no trabajan y se les protege su derecho a la infancia y de muchas cosas a las que esos chicos estaban expuestos, desde pedofilia a esclavitud laboral, pasando por montones de peligros para su salud e integridad física a tan tierna edad, pero así era. No podemos juzgar con criterios de otra época la historia, sólo lo consigno.

***
Una pequeña reseña biográfica. (Se sabe poco de él):
 
José Emilio Amigo Amigo.

Oriundo de San Javier de Loncomilla e hijo de Santiago Amigo Yáñez y María Concepción Amigo Lineros, José Emilio Amigo fue el héroe más joven del Combate Naval de Iquique, siendo parte de la dotación de la corbeta “Esmeralda”, cuando sólo tenía 10 años de edad.

Según las nóminas de la tripulación que participó en dicho combate, el pequeño José figura como grumete de la “Esmeralda”, cuya labor era atender las bajas de los buques de la Escuadra. En aquellas nóminas aparece como fallecido durante el transcurso del combate, sin embargo, algunas fuentes aseguran que el grumete José Emilio Amigo habría sobrevivido a la contienda, logrando regresar posteriormente a Chile.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Sucedió en el sur. Historias de Marco y Chelita


Sus familias eran muy amigas. Eran jovencísimos y bastante afines ,entre otras cosas porque habían venido a Chile desde la lejana Bélgica, y la patria lejana hermana las personas tanto como compartir la sangre.

Ambos chicos eran muy compinches y --dicen-- el joven estaría enamorado de ella. Puede ser y puede no ser, pero le da un toque muy romántico a la historia, porque Graciela, mi tía a la que llamaban Chelita, estaba comprometida para casarse con Patricio G. y jamás consideró de otro modo que como amigo a Marco de B.

Tocó que por un infortunado desencuentro con una persona, Marco estuvo expuesto a una lluvia de las que se conocen en el invierno en el sur de Chile, con un frío que calaba, y como consecuencia enfermó de bronconeumonía, temido mal por sus altos índices de muerte en tiempos sin penicilina.

Marco se debatió durante varios días luchando por sobrevivir, y quizás lo hubiera conseguido si no hubiera estado totalmente sugestionado por una "lectura de manos" que le hizo poco antes una gitana, diciéndole que moriría el día de su cumpleaños. Efectivamente, el día que cumplía 23, murió, y en los días previos el pobre muchacho gritaba y lloraba diciendo que no quería morir, mientras recordaba el oráculo.

Fue enterrado en el cementerio de San Javier de Loncomilla y ahí reposan sus restos todavía, pero hubo una historia curiosa, pues también su compañera de infancia y juventud murió de una manera inesperada uniendo en la muerte sus historias.

Ella enfermó de tuberculosis galopante y en pocos meses la enfermedad le ganó a sus reservas de vida. Poco antes, el noviecito se había esfumado, espantado por el doctor Koch y su bacilo, mortal en aquella época. Hizo sufrir enormemente a su novia, una niña enamorada. Pato G. tenía razón de ser prudente, pero no de ser cobarde y desaparecer así.

El día del funeral de Chelita -que sólo  vivió 20 años- llevaban su ataúd al sitio que tenían previsto mis abuelos, pero el cajón era más ancho que el espacio para su inhumación. Había que solucionarlo, y mi padre, entonces un adolescente de 14 , fue el encargado de ir por todo el cementerio con una cinta métrica en la mano buscando un nicho disponible donde colocar a su infortunada hermana, y el único que tenía las dimensiones necesarias estaba exactamente sobre la tumba de Marco, su querido amigo recientemente enterrado.



Algo de mí

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Vitacura, Santiago de Chile, Chile
Mujer, hija, esposa, madre, y como consecuencia, ahora soy abuela de Sofía,Isabel y Juanito, por el momento, mientras llegan los demás que están en la mente de Dios. Tengo 5 hijos, uno de ellos es sacerdote católico. Una bendición inmerecida. Mi apodo bloguero de AleMamá se lo debo a mi yerno. Para distinguirme de su esposa llamada como yo (y no por culpa mía) comenzó a llamarme así. Muchos me lo escriben como "Alemana", pero no, se trata de Ale, como apócope de Alejandra, y mamá por el mejor papel que la vida me ha dado, el de esposa y madre. Soy chilena, católica, y con la cultura occidental muy metida en el alma. Me interesa la tecnología y la ciencia al servicio del hombre, considerando la Ley de Dios siempre, siempre, siempre.

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