Pocos han aceptado la invitación a contar algo de lo que les ha sugerido la foto que, para mí, cuando la encontré, fue inquietante en cierta medida pues me sugirió parecidos sentimientos que los que se han compartido acá. Dejo mi versión ahora:
Ian McNamara miraba las tierras agotadas y pobres de sus ancestros escoceses y anhelaba un futuro mejor para él y la familia que fundaría. Buscaba dónde podría hacer producir de mejor modo lo único que tenía como capital: sus conocimientos de ovejería y pastoreo. Poca cosa realmente, donde todo el mundo se dedicaba a ese oficio, pero era tenaz.Luego de mucho averiguar, supo de que en el fin del continente americano -donde sólo los hielos antárticos existen más allá del mar- se estaba desarrollando una industria lanera en que personas como él eran muy bienvenidas. ¡Probemos!, se dijo y partió cerrando la insegura puerta, con sus bisagras por el lado exterior. Era el último de su estirpe, y al partir nadie lo despidió, salvo su fiel perro pastor, compañero de tantas horas de soledades y sueños de mejor futuro.Fue larga la navegación; durísimo el paso por el estrecho de Magallanes, pero llegó sin novedad a Punta Arenas, Chile, la tierra prometida para su despegue personal. Todo era entusiasmante. ¿Cuándo partiría a la estancia tierra adentro donde lo esperaban? No era tiempo de recordar su vieja y destartalada casa en el norte del mundo.Pasaron los años, la soledad de esos enormes páramos ventosos fue su compañera, la única con nombre femenino en cientos de kilómetros a la redonda, pero ya no pensaba en eso. Se había adaptado a su nueva vida y Escocia con sus tierras se diluía en días, meses y años como les pasó a muchos otros como a él. Ya ni su perro estaría para recibirlo, ¿para qué volver?La puerta que cerró nadie la abrió. No había nada de valor aparte de unos pocos recuerdos y esos los llevó consigo.
14 comentarios:
Se la dedico a mi amiga Anne Maclean, heredera de esos escoceses que llegaron a trabajar en todas las líneas de producción en la industria ovejera de la región de Magallanes y la Antártica Chilena.
A Bell Ville y Huerta Grande de Córdoba, como a Forres de Santiago del Estero también llegaron algunos en las mismas condiciones, armaron familias, campos y hasta pueblos.
Sólo algunos nietos o bisnietos volvieron a la viejas tierras altas del norte lejano, para conocer de donde era su origen. Tal vez alguno habrá abierto alguna vieja puerta, o habrá atravesado lo que quedaba del dintel de la vieja casa ya en ruinas.
No pocos conocieron algún pariente, y todos se sintieron como en casa, según han contado.
Jorge, es la realidad de nuestras naciones mestizas. Los europeos y ahora asiáticos han llegado buscando nuevos horizontes y se han quedado para formar las nacionalidades que tenemos.
Saludos
Qué buena historia. Yo soy incapaz de escribir ficción. Un beso.
Snif :~( al menos podria haber encontrado una companera en el nuevo mundo, pobrecito...
Susy, con la realidad con que lidias día a día tendrías para muchos posts, te diré.
Saludos
Ale, escríbele tú el final feliz a la historia. He notado que mis cuentos muchas veces tratan de viajes y emigrantes y siempre con una aura de nostalgia y de abandono. No sé por qué, pero pienso en mis abuelos que vinieron para regresar y se quedaron haciendo patria en este rincón de mundo.
Te quiero mucho, chinita
Lindo tu cuento y tu puerta pero ando pillada de tiempo y por eso no he comentado nada.
¡Tan distinto a como lo imaginé!
¡Me ha gustado mucho! Tienes razón que tus historias tienen un punto de nostalgia. Me encanta esa melancolía medida, que no llega a ser tristeza. Yo diría que es más bien serenidad.
Besazo
Genial. siempre me sugieren historias las puertas. Rara vez las escribo porque me parecen comunes, la tuya es una buena historia.
Un abrazo
Así es, Alemamá, hay veces en la vida que se cierra una puerta que no hay que volver a abrir nunca. Nuestro futuro siempre está en la puerta de enfrente, nunca en la de detrás.
Me alegro de que al escocés le fuera bien en Chile y no se plantear volver.
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Un poquito triste, me uno a ale jr... voto porque encuentre una compañera¡
Por cierto, me gustan las historias de emigrantes, tienen un aire de nostalgia que me enternece. Quizás porque en la familia ha habido mucho ir y venir.
Mi madre es argentina, sus abuelos catalanes, con un parentesco lejano con la familia de mi padre (tb catalán)
Al casarse mi madre con mi padre y venirse para aquí, fue como si una parte de la rama de la familia que se había ido, volviera a España.
Y los vínculos entre familias , que ya se mantenían , se hicieron aun más fuertes.
Yo me siento como si tuviera dos patrias.
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