Es indispensable comunicarse. Somos una especie social, y además mantenemos el contacto con la familia de origen para siempre. Es lo ideal, lo esperable, lo deseado.
Muchas veces entre generaciones, esta anhelada buena onda no se da fluidamente, no por mala voluntad explícita, generalmente, pero ahí está la gran roca de la incomunicación, de los silencios que se pudren dentro y terminan en malos modos, agobios y otras cosas indeseables......y más silencios..... de esos que portan veneno, que emponzoñan la sana convivencia por no decir lo que pasa, lo que se siente, lo que se espera del otro.
También a mi me pasa. En mi familia, como en todas, pasan cosas así, y hay un punto en que si no se ha hablado oportunamente, se termina dicendo las verdades -o lo que creemos que son verdades- en medio de una discusión que, como quieras que lo tomes, al fin y al cabo es comunicación. Hay un expresar lo de dentro, y eso es bueno, algo es algo.
Anoche hemos tenido un round con mi retoño menor en que sacamos bastantes cosas de esas. Las estoy procesando pues el chico tiene razón en varios puntos. Supongo que también yo he podido decir mi sentir y pensar que me debe haber escuchado desde el instante en que sacó de mi nariz el insolente dedo acusador -parece que lo veo delante de mis ojos- para darme un abrazo. Sí, no es fácil este tema cuando tienes 40 años de diferencia en un mundo que cambia por completo cada diez, pero creo que, como dijo en Chile Juan Pablo II: "el amor es más fuerte".
