Un nombre es tan importante que alguna enamorada de otro Felipe, con toda seguridad, se dió la molestia de escribirlo en el cemento fresco para inmortalizarlo...o inmortalizarse si era el propio narciso el que lo dejó indeleble ahí, pero que por algo importante se escribió...¡lo firmo!
Aunque no me gusten estos recuerdos imperecederos de la barbarie al dejarlos en la vía pública o en un árbol herido por las flechas que suelen cruzar los nombres dentro de un corazón, debo reconocer que dicen mucho. Desde luego me late el mío un poco más rápido al ver ese amado nombre ahí, tirado en la calle. ¿Quién compartirá ese nombre de apóstol con mi hijo?
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