Cine: anécdotas y recomendación

Vengo llegando del cine con las impresiones fresquitas para comentarlas acá.
Mi madre me invitó a ver Cristiada, una obra sobre la guerra de los cristeros en México entre los años 1926 y 1929. Fue una epopeya terrible y evitable con buen criterio y libertad de culto. Es excelente, y les pido que vayan a verla donde quiera que se exhiba, para apoyar el trabajo de los cineastas que se arriesgaron con temas que van contra la corriente ovina actual.
Lo que mi vieja no sabía era que solamente la daban a esa hora en sala premium, con su correspondiente costo de 3 veces una entrada corriente, porque hay que pagar por servicios que no sirven para nada, como  un baño con sillones de cuero, para esperar tu turno, supongo, de sentarte en el sitio que uno desea más fervientemente en esas circunstancias y lugar. También nos hicieron pasar por un restaurante antes de llegar al lobby del lugar, para escoger la sala 12 que nos tocó. Supongo que era para comprar comida y llevarla a la sala pues los bergeres -sillones enormes, acolchados y echados pa'trás- tenían una bandeja ad hoc pero, si escasamente comprendo las palomitas de maíz (llamadas cabritas en Chile, por lo saltonas, presumo) ¡como voy a entender la comilona de platos preparados, jugosos y olorosos que se comen justo sobre tu espalda y cabeza!
Mi madre recordaba la primera vez que fue con su hermana a uno de estos cines nuevos. Empezaron a investigar todo lo novedoso que era hasta que descubrieron una palanquita cerca de sus piernas. Por supuesto que la tiraron ¡y las dos quedaron con las piernas levantadas a nivel de las rodillas al mismo tiempo! Como son malitas para reírse, me imagino el jolgorio que tendrían el par de "iñoras". También me contaba de las idas al cine en su pueblo, pero eso lo dejo para otro día, que ésto se alarga.