Debo estar más vieja de lo que me siento; Si juzgo mis actos como he juzgado los de mis antecesores generacionales, así debe ser, pues en estos días me pongo algo tristona añorando cosas lindas que ya no son porque sus protagonistas no estás entre nosotros, o porque en algunas circunstancias fueron tristes por diversas razones: falta de dinero para cumplir un sueño, --material, obvio-- para eso sirve generalmente el dinero, o separaciones por razones inesperadas ¡justo el día de Navidad! y a uno se le olvidan los montones de momentos maravillosos que a lo mejor por ser mayoría pasan al desván y sólo destacan los lunares.
Cuando muy chicos vivíamos en el campo, por lo que las navidades las pasábamos en casa de mis abuelos en Villa Alegre, en lo que hoy es la casa de mis padres y que en ese entonces yo consideraba una enorme casa, que al crecer se me ha ido haciendo normal, tal como les ha sucedido a mis niños con el "gigantesco" pino navideño que hoy es un árbol enano que, según ellos, ni se ve, y claro, todos miden desde 1.76 mts. hacia arriba y yo que soy su madre puedo decirlo con propiedad: hace mucho que al peinarlos no les veo la raya del pelo en sus nucas; todos debieran agacharse si lo necesitaran, pero ya son tan grandes que ¡ni se peinan! así es la moda, y esas modas, aunque no las entienda yo como estéticas y hasta piense que son disimuladoras de suciedad no las combato, no me desgasto con escaramuzas habiendo tanto de fondo por qué jugárselas.
Con ese ejemplo comprendemos bien que todo en la vida se nos achique en tiempo --veinte años no es nada, dice un tango argentino--y los escalones que de pequeños no subíamos sin ayuda y cuidados, los saltamos de dos en dos hasta que la vida nos hace tener un tironcito "ciaticoso", y nos vuelve a la infancia en eso al menos.
Una navidad que pasamos en el campo de mis padres no teníamos modo de conseguir un pino hecho y derecho: no había en esa zona del país, y mi papá fue al cerro y trajo una rama de patagua florecida con sus campanitas blancas del verano, por lo que ya teníamos adornos naturales en profusión. Mi mamá le agregó unas velitas de colores que se pescaban a las ramas con una pinza y se encendían con fósforos, ya que sólo teníamos luz eléctrica por unas horas por medio de un ruidoso motor a explosión bencinero. Se agregó unas guirnaldas y algo de algodón por aquí y por allá y ¡listo nuestro más inolvidable árbol navideño autóctono y bello!
Los regalos fueron pocos y no lo que deseábamos: el campo era esquivo en dar sus tesoros a veces y ese año fue uno muy duro, pero el recuerdo de esa navidad ha sido inolvidable para mí.
5 comentarios:
que tengas una hermosa NAVIDAD
un besazo
hermosa el poema de castellani, nutritivo blog de ideas y demas, un calido abrazo.
A veces estos recuerdos son los que nos impulsan a ser felices, puesto que tratamos de repetirlos en nuestra generacion para que nuestros hijos tengan un recuerdo parecido en el futuro!
Me parecio muy refrescante tu blog! tendre que regresar para leerte mas a menudo!
Saludos
Karl
Gracias por visitarme.
¡Feliz Navidad a todos los que se asomen!
Hola Ale-mama, soy Ale y tambien mama ,vivo muy al norte tuyo,en Costa Rica,llegue por casualidad a tu blog buscando un texto sobre las generaciones .
Me gusta como escribes , eres calida al hacerlo .
En el mes de mayo estuve en Chile , hice una visita rapida a Villa Alegre, la verdad , me encanto, desde q escuche su nombre, imagine un hermoso lugar , vistoso, y asi fue, me encantaron los naranjales de adorno en las aceras. Seguire leyendo tu blog, saludes desde Costa Rica
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