Cristián Warnken, ese entrevistador que tiene la gracia de dejar hablar a sus entrevistados, y la desgracia inconmensurable de haber perdido accidentalmente a uno de sus niños la pasada navidad, ha vuelto a compartir con nosotros --sus lectores, seguidores y admiradores-- su dolor como pocos lo han hecho. Su sufrimiento traspasa el medio en que lo leemos, y yo no soy indiferente a ningún dolor, menos a uno tan legítimo.
En ella habla del fenómeno que ha sido la respuesta de sus seguidores en el blog de El Mercurio, en un afán incontenible de consolarlo con los pobres medios a nuestro alcance, y por otro lado, hay un párrafo de tremenda amargura que yo quisiera comentar un poco. Dice:
Sólo quiero que consideres, Cristián, que estos otros, tus hermanos huérfanos, somos hijos del mismo Padre, y por su acción somos nosotros, pobres mortales, los representantes de su Paternidad y su Providencia cerca tuyo en esta dura hora. No, no te ha abandonado -jamás lo haría-- sólo ha hecho partícipes de tu desgracia a muchos que vivimos adormecidos exigiendo todo y no agradeciendo nada. No podrás saber nunca la cantidad de personas que hemos abierto los ojos sobre muchas cosas importantes con tus columnas. Eso, amigo adolorido, es un dolor fructífero.
En ella habla del fenómeno que ha sido la respuesta de sus seguidores en el blog de El Mercurio, en un afán incontenible de consolarlo con los pobres medios a nuestro alcance, y por otro lado, hay un párrafo de tremenda amargura que yo quisiera comentar un poco. Dice:
¿Qué sería de nosotros sin el corazón de los otros? ¡Porque Dios ha callado como un padre ausente y nos ha abandonado a la insoportable sensación de la nada! Son los otros -nuestros hermanos huérfanos- y no Él, nuestro padre, los que hicieron un arca para que no naufragáramos en este mar de lágrimas.
Sólo quiero que consideres, Cristián, que estos otros, tus hermanos huérfanos, somos hijos del mismo Padre, y por su acción somos nosotros, pobres mortales, los representantes de su Paternidad y su Providencia cerca tuyo en esta dura hora. No, no te ha abandonado -jamás lo haría-- sólo ha hecho partícipes de tu desgracia a muchos que vivimos adormecidos exigiendo todo y no agradeciendo nada. No podrás saber nunca la cantidad de personas que hemos abierto los ojos sobre muchas cosas importantes con tus columnas. Eso, amigo adolorido, es un dolor fructífero.
Que el Señor te bendiga con la paz y la certeza de su Paternidad.
3 comentarios:
BUENA SEMANA SANTA.Besos
anamorgana
Me parece impresionante que leas lo que yo leo, hoy por la mañana leí en emol lo que comentas y te aseguro que lloré, por esa pérdida, por todos, por la vida o tal vez por estos días que recordamos al que dio su vida por nosotros. Y eso es amor, una actitud ante el cielo, definitiva, potente y eficaz.
He rogado a Dios por C. Warnken, en aquella ocasión y ahora, no es menor lo que le sucedió, aunque entendemos que la pérdida es temporal.
Un beso con afecto.
Hola Alemama ...
Hermosa reflexion.
Muy interesante tu blog.
Quedamos conectados y te mando un beso ...
Marco.
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