Un rincón para detenerse con buen clima en general. Como en todos los sitios, acá no faltarán los nubarrones, pero con que pasen, ¡todo en su lugar!



lunes, 21 de mayo de 2007

Aventura en el Hotel Esmirna de Tocopilla

Estando recién casada y viajando por el desierto de Atacama nos sorprendió el fenómeno del "Invierno Boliviano" cuando estábamos a la altura de Antofagasta, por lo que debimos desviarnos por Tocopilla, ya que la carretera Panamericana, único camino entonces, estaba cortada por las avenidas de agua que se producen en esa época del año, más o menos en enero, en pleno verano.

Andábamos con unas señoras peruanas --madre e hija-- que venían a conocer Chile, ¡y vaya que conocieron algo poco frecuentado por los turistas, de su tipo, al menos!

Como se hacía tarde con la inesperada interrupción de nuestro viaje, debimos buscar alojamiento, y le preguntamos al hombre de la bencinera dónde habría algo por ahí, y en nuestra inexperiencia e inocencia ni lo pensamos mucho y partimos al lugar indicado. Era muuuuuyyy tarde ya y teníamos ganas de pegar la oreja a la almohada.

No se veía muy elegante el hotelito, ni muy iluminado, ni bonito, pero era aljamiento y con sueño, ni las pulgas nos molestarían, pero ¡cuál no sería mi sorpresa cuando tocamos el timbre y no sbrió un personaje que se levantó de una poltrona en la puerta misma y NOS COBRÓ POR ADELANTADO. Las señoras y nosotros le pagamos extrañados, pero sin chistar, y nos mandó al fondo del negocio, en unas piezas hechizas, de madera, con unas camas bamboleantes que chirreaban al menos movimiento, lo que nos hizo temer que por exceso de actividad era el problema.

Las peruanas quedaron justo al lado, y sentíamos cada respiro en su dormitorio, y en el cuarto del otro lado, un hombre tosía y sonaba una bacinica. Eso no es nada para la diversión nocturna, pues al amanecer, nuestra compañera mayor fue al baño, y al regresar a su cama, esta ¡se desarmó! Literalmente, cayó al suelo con somier y todo. Simple fatiga de materiales, creo yo.

El susto que nos llevamos, lo extraño y pintoresco del hotelucho en un puerto metalero, las circunstancias y todo lo demás, han hecho que la anécdota sea de lo más divertido e insólito que nos ha pasado, y como sucede en estas situaciones, lo muy desagradable, una vez pasado, se transforma en algo jocoso e inolvidable.

6 comentarios:

AleMamá dijo...

Este recuerdo se me vino a la mente al leer un post de Tanhäuser sobre un hotel en que alojó hace poco en Palma de Mallorca. ¡Es genial!

Churru dijo...

Jajaja qué miedo Ale, menos mal que no agarrasteis nada contagioso en ese hotelucho. Pues claro que os cobró por adelantado, de otra forma hubierais salido corriendo al segundo de ver aquello jajajaa.

alida dijo...

Eso son los viajes inolvidables cuando tienen anécdotas que contar, jejeje que noche, me imagino la cama haciendo plaf al día siguiente jejejeje
Un abrazo amiga

Tanhäuser dijo...

Así que ésta es la historia que te vino a la mente, ¿no? Madre mía, qué aventura, jejeje.
Un abrazo, Ale

Leandra dijo...

Esas experiencias pueden resultar geniales si se comparten con la persona indicada, mas cuando aportan historias jugosas para hacer en el futuro! :)

monicalvarez dijo...

Que buena anecdota. Me saco una carcajada.

Algo de mí

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Vitacura, Santiago de Chile, Chile
Mujer, hija, esposa, madre, y como consecuencia, ahora soy abuela de Sofía,Isabel y Juanito, por el momento, mientras llegan los demás que están en la mente de Dios. Tengo 5 hijos, uno de ellos es sacerdote católico. Una bendición inmerecida. Mi apodo bloguero de AleMamá se lo debo a mi yerno. Para distinguirme de su esposa llamada como yo (y no por culpa mía) comenzó a llamarme así. Muchos me lo escriben como "Alemana", pero no, se trata de Ale, como apócope de Alejandra, y mamá por el mejor papel que la vida me ha dado, el de esposa y madre. Soy chilena, católica, y con la cultura occidental muy metida en el alma. Me interesa la tecnología y la ciencia al servicio del hombre, considerando la Ley de Dios siempre, siempre, siempre.

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