Cuando mi hijo Pablo, entonces de 17 años, estaba de intercambio estudiantil en los EE.UU, fue testigo de un suceso que lo dejó muy marcado y de paso a mí. No lo he olvidado jamás.
Un compañero suyo del colegio, había llegado ese verano de regreso de unos trabajos voluntarios en la India con personas muy pobres. Recordaba que uno de los niños que atendían sólo tenía para jugar una bolita (canica) la que cuidaba con especial atención pues era su tesoro. No todos tenían algo así para pavonearse.
Era impactante, para el que lo contaba, comprobar que se puede ser feliz con tan poco, pero lo que sencillamente lo desarmó, fue que cuando estaba listo para regresar a su país, en su despedida, el chico le regaló su bien más preciado, su bolita preciosa, sin pararse a calcular que era TODO lo que poseía.
Pablo dice que, mientras lo contaba, ese muchacho lloraba sin tapujos delante de su curso, en el país de la abundancia. Podemos decir como el filósofo: ¡Cuántas cosas que NO necesito!
10 comentarios:
Ale me has encogido el corazón. Qué momentazo. Tienes toda la razón...Ya sabes el que dá lo que tiene.....es INCREIBLE...porque muchas veces es lo ÜNICO que tiene. Gracias por recordarme los valores buenos de la vida
"El que menos tiene, es el que más da". Son los pobres los más solidarios.
"Los últimos serán los primeros"
Hermosa historia. Saludos Santiagueños.
Qué enorme acto de desprendimiento.
Hace años leí el libro "La ciudad de la alegría", y al terminar de leerlo me quedé con esa sensación de la que cuentas acá.
Estoy haciendo limpieza en mi bodega, en donde he ido acumulando todas las cosas que fueron imprescindibles para seguir viviendo y que después demostraron su absoluta inutilidad. Ahí te das cuenta que necesitas muy, pero muy poco para ser feliz porque es una actitud y no se compra.
Regalar todo lo que allí tengo no es generosidad en cambio la de este chico no tiene con qué compararse, quizás con las palabras de San Alberto Hurtado quien predicaba la norma de 'dar hasta que duela'
Este relato yo lo había contado como corolario de otro post antiguo que pasó sin pena ni gloria como tantos que uno sube acá. Lo saqué de esa antigua entrada para destacarlo por si mismo, porque fue muy impactante para mí. Nos dio una gran lección.
Sole, como dices, dar los cahureos no es generosidad, pero sí desprendimiento... y vale
En mi blog tienes un "regalito".
Besos
Ale, por favor, deja en mi blog la dirección del tuyo para insertarte.
Besos
Con gusto lo haré, Capuchino, pero SIEMPRE está en la cajita del navegador, arriba, donde comienza con http://
Gracias, Capuchino. Ya lo he recogido y entregado.
Besos
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