Mi marido es bueno para cambiar de parecer y echarme los planes por la borda. Cuando estaba recién casada era un motivo de tremenda frustración y hasta hoy hay episodios muy presentes en mis recuerdos, por lo mal que me cayeron, como un veraneo que íbamos a hacer solos, con nuestro hijo mayor recién nacido, y al final salimos con al menos 5 parientes pero, como Dios sabe más, fue bueno, porque a mi suegra le vino un accidente vascular con la hemiplejia correspondiente en Santiago, donde estaba la mejor medicina de Chile. De otro modo quizás no la cuenta.
Ahora le toca el turno a la casa de la playa. Comienza el tiempo frío y de lluvias y hay que ir a revisar que todo esté a punto para pasarlo, pero me acaban de comunicar que de nuevo no iremos por otras razones. En todo caso, ya no iré hasta septiembre, cuando comience el buen tiempo, porque una vez nos quedamos aislados ahí por la lluvia, con los caminos cortados sin poder salir y con el mar bravo debajo de nuestras ventanas. No, no fue muy agradable, pero ya aprendí. Ahora no voy en invierno aunque luzca el sol.
¿Qué tal tomas tú este tipo de cosas? ¿Te estresas mucho por los cambios? Creo que hay que tener un buen margen de flexibilidad, pero hay límites también. Es secreto es conocerlo. ¿Me puedes decir dónde está?
12 comentarios:
Los cambios la mayoría de las veces dan pereza y algo de miedo...pero son necesarios ¡Ya sabes, renovarse o morir! Un besito
En la vida he aprendido que no podemos escapar de cambios (buscados o queridos... o no) y debemos aprender a lidiar con ellos.
El límite está -creo- en que no te duela tanto el alma y sabes que eso se ayuda con rezo y risa y donde no te duela tanto el bolsillo, porque todo proyecto frustra hasta las finanzas.
Pero dice los chilenos "al mal tiempo, buen cara" que de verdad ayuda (aunque a veces es una cirugía mayor y esa hay que dejarla en manos del Divino,)
Un abrazo con harto frío.
Creo que es siempre saludable un nivel mínimo de planificación. A veces los planes se desabaratan y eso, más que a veces, me molesta. Pero también he aprendido que por algo pasan las cosas.
Los cambios imprevistos normalmente no me caen muy bien que digamos, pero parece que al ir juntando almanaques en la loza del tiempo, he ido aprendiendo y aguantando cada vez más.
Todo un tema realmente.
Qué lectores que buscas, ambiciosa. Seguro tendrás quiénes te den la respuesta. Yo no creo estar a la altura. Lo único que podría decir es que el límite depende de cada uno.
Juan Ignacio, sí, sé que es una pregunta retórica, pero nos hace pensar.
Quizás es la mítica pregunta del millón de dólares, el que la tiene debe ser un sabio.
Saludos
A mí me estresa que me digan una cosa y después otra. O que cambien de opinión y no me lo comuniquen hasta última hora. Me eeeestresaaaaa...
Ahora los cambios de planes por razones de fuerza mayor o menor, no son problema. De hecho, de vez en cuando, me gusta cambiar todo...
Soy un planificador patológico, pero la mayoría de veces me resulta. Pero cuando no, es un frustración tremenda.
Juro que debo cambiar, pero la patología puede más. Hasta la fecha, no he aprendido a dejar las cosas en manos de Dios, pero cuando las dejo resulta todo perfecto.
Yo pensaba que mi flexibilidad era casi infinita... hasta que en los últimos años me he dado cuenta de que no.
Soy muy flexible para casi todo
El problema está con las poquitas cosas para las que soy inamovible. Si para esas tengo que asumir un cambio, es como si me partieran en pedacitos. Tengo que aprender a cambiar eso
Genial domingo¡
(mirando tu blog, veo que tienes dos nietecitas de la misma edad ¿es así? ¿son las dos primeras nietas?
La verdad yo soy como tu esposo, cambió planes y no le veo mayor problema. Me parece que la gente excesivamente planeadora pues se quiebra, porque la vida es espontanea. Pero ningún extremo es bueno...
Prefiero planificar para evitar dolores de cabeza. Abrazos.
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