Dulce nombre

Mi primer nombre es María, el dulce nombre de María, que celebrábamos en la Iglesia el 11 de septiembre. 
Durante mucho mucho -demasiado tiempo- lamentaba que el oficial civil que me inscribió al nacer invirtiera el nombre que mi padre quería para mí. En vez de llamarme Alejandra María me lo pusieron al revés y con los años me he transformado -para los que no me dicen Ale- en "señora María", llamado que en un comienzo ignoraba (no me daba cuenta que me llamaban a mí) o me hacía saltar de la impresión: ¡yo no era esa! 
Lo que pasaba era que como el 90% de las mujeres teníamos por apelativo el nombre de María; era como no llamarse de ninguna manera, e inclusive tenía una cierta connotación social baja. No había caricatura o comedia en que la empleada torpe, coqueta, o lo que fuera, no se llamara María. En resumen: no me gustaba nada llamarme así, pero las cosas cambian y ahora uso mi nombre con orgullo, feliz, tanto que me encantaría que mi próxima nieta (quizás sea niña la que nazca en febrero) se llamara María, para decirle así: MARÍA, a secas.
Es verdaderamente un "dulce nombre", casi una paradoja, pues su raíz es amarga, y he leído en varias partes -que no podría citar con certeza- que las palabras que llevan esa partícula son del mismo origen e indican algo amargo como el mismo MAR; la madera boliviana llamada mara es amarga y siempre la he relacionado con María, Myriam o Miriam es el mismo nombre de María con otra grafía. En todo caso es uno de los nombres más estudiados y hay decenas de interpretaciones para él. Sólo sé que me encanta.

Nota: No pongo imagen porque no hablo en este post de la Virgen María, aunque sea la razón de tantas Marías que hay por ahí,  y poner un caramelo me parece que no le va al asunto.