Hoy tuvimos reunión de casi toda la familia. Faltaron solamente 4 personas de este grupo tan querido, pero ya habrá otras oportunidades, digo yo.
Entre los que vinieron estuvo Pablo, mi hijo sacerdote, que almorzó rapidito porque tenía ante sí 7 horas de viaje hasta su sede en Concepción.
Su paso por acá y la despedida de él o de Ale, la de Alemania, me hacen recordar que cuando nos despedimos de mi vieja siempre pienso: ¿habrá otra oportunidad de verla? y eso me pasa desde hace muchos años, o sea desde antes de que ella tuviera la edad que yo tengo ahora. Tengo casi el convencimiento de que, al menos Ale, sí lo piensa. Es que la distancia agranda los temores.
Winnie del blog "Lo que se ve es lo que hay" ha dejado hoy su adiós "definitivo" en los comentarios de la entrada anterior. No le puedo creer. Me niego a que desaparezca así de pronto. Nos mal acostumbró a sus permanentes visitas y empáticos comentarios. Si es así de verdad, le deseo lo mejor con todo mi cariño y gratitud por el tiempo invertido en leer mis cosas mínimas en este sitio.
9 comentarios:
Ese es un pensamiento que también me ataca de vez en cuando, pero te confieso que lo disipo rápido. Creo que es mejor disfrutar el momento que sufrir por adelantado.
AleMamá... Dios quiera que todavía hayan muchas ocasiones para preguntarse lo mismo... y muchas ocasiones para disfrutar de su presencia una vez más. :)
Y bien cierto que es. Parece una tontería pero cuando nos juntamos todos, siempre entra como un temor a que sea la última vez. Es cierto que pasa rápido pero es como si el corazon tuviera un pequeño escalofrío.
Un beso.
PD. Una pena lo del blog porque es precioso, pero tendrá sus motivos.
Te comprendo muy bien, Alemamá: mi abuela murió de repente, sin tiempo para despedidas. Por eso, siempre que veo a mi madre (75 años) me hago la misma pregunta que te haces tú, y eso que ella vive cerca de Madrid.
En realidad, nos lo tendríamos que preguntar de toda la gente a la que vemos: ninguno tenemos asegurada nuestra permanencia.
Yo me preguntaba lo mismo... hasta que partió.
Nunca me lo pregunté hasta que se murió mi abuela. Desde ese día, cada vez que veía a sus hermanas (mayores, de 88 años), me lo pregunté. Gracias a Dios, tuve la oportunidad de verla por última vez, tomar sus manitos y reírme con ella, regalarle un rosario que traje de Lourdes (Francia) y escuchar la cantidad de consejos que me dio (como que jamás me casara :D). Es una bendición por tener esos momentos inolvidables, por eso cada vez me convenzo más de aprovechar a mis papás, hermanos, tíos y primos (:
Lógica la ley de la vida que nos dice que los mayores se van primero, pero el "cuándo" solo lo sabe Dios, también se lo pregunta la madre que despide a sus hijos sabiendo que les queda varias horas de viaje en coche.
Hay que querer y atender siempre como si fuera la última vez, nuestros mayores necesitan sentirse queridos aunque sea en la distancia.
Respecto a las entradas anteriores, me das mucha envidia sana por tener las nietas que tienes. Son preciosas y a mí me falta mucho para ser abuela.
Un abrazo.
Es muy cierta la parete final del articulo;la distancia agranda los temores,pero nosotras no podemos hacer nada ,solo que orar a Dios para que pueda protejer a nuestros seres queridos.Un beso.Teresa J.
Cuántos recuerdos vienen a mi memoria leyendo tu entrada. Abrazos.
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