Este mediodía que ronda al solsticio de invierno, en que la luz entra limpia y a raudales desde el norte, con el cielo azul luego de una lluviecita casi de primavera, me ha dado el pretexto para referirme a las ventanas en mi serie de reflexiones sobre lo que son estos elementos arquitectónicos de la casa para mí.
Es tan bella la vista por estos miradores desde el estar principal de mi casa este día en que el sol ha comenzado a recordarnos y regresar desde el norte en su sabio ciclo de vida, que me he quedado pensando en que lo último que mi padre vió bien, antes de su parcial ceguera con su desprendimiento de retina, fue justamente esta ventana en que los bambúes de verde siempre tierno del jardín de mis vecinos asoman sus cabezas sobre mi propio jardín, detrás del hoy desnudo arce japonés que con su sombra me refresca en verano y, generoso, en invierno deja pasar todas estas visiones de la naturaleza cautiva dentro de la ciudad.
Las ventanas son un mirador, como queda dicho, pero también se pueden cerrar para el necesario descanso y la protección de la intimidad. Hay muchas circunstancias en que cerrarlas llama al refugio, a la confidencia. También me gusta entornarlas cuando aún no anochece y estoy cansada después de un largo día: voy adelantando el descanso con eso; es un dar gracias a Dios por este día de vida y tantas cosas buenas que trajo consigo, pero quiero terminarlo para recomenzar al otro con renovadas energías.
Por último, ¡que maravilla tener vidrios en ellas! Alguna vez en la historia fueron desconocidos o un lujo inaccesible, y hace mucha diferencia poder mirar sin que todos los sonidos ni todos los vientos se cuelen por ahí ni hacia dentro ni hacia fuera y también es maravilloso el tener cortinas para mirar sin ser vistos en lo más propio que tenemos: nuestro hogar.
Es tan bella la vista por estos miradores desde el estar principal de mi casa este día en que el sol ha comenzado a recordarnos y regresar desde el norte en su sabio ciclo de vida, que me he quedado pensando en que lo último que mi padre vió bien, antes de su parcial ceguera con su desprendimiento de retina, fue justamente esta ventana en que los bambúes de verde siempre tierno del jardín de mis vecinos asoman sus cabezas sobre mi propio jardín, detrás del hoy desnudo arce japonés que con su sombra me refresca en verano y, generoso, en invierno deja pasar todas estas visiones de la naturaleza cautiva dentro de la ciudad.
Las ventanas son un mirador, como queda dicho, pero también se pueden cerrar para el necesario descanso y la protección de la intimidad. Hay muchas circunstancias en que cerrarlas llama al refugio, a la confidencia. También me gusta entornarlas cuando aún no anochece y estoy cansada después de un largo día: voy adelantando el descanso con eso; es un dar gracias a Dios por este día de vida y tantas cosas buenas que trajo consigo, pero quiero terminarlo para recomenzar al otro con renovadas energías.
Por último, ¡que maravilla tener vidrios en ellas! Alguna vez en la historia fueron desconocidos o un lujo inaccesible, y hace mucha diferencia poder mirar sin que todos los sonidos ni todos los vientos se cuelen por ahí ni hacia dentro ni hacia fuera y también es maravilloso el tener cortinas para mirar sin ser vistos en lo más propio que tenemos: nuestro hogar.
3 comentarios:
Mi querida amiga Olguita S. me dijo una vez y no lo he olvidado jamás: "Pensar que todo lo que vemos por esa ventana lo ha creado Dios para nosotros"
La verdad es que me quedé conmovida. Nunca lo había pensado.
Final Me alegro que te haya resultado y no me pusieras en tamaño aprieto, pues yo hice lo mismo que tú con la Carola Requena y en los comentarios ahí, supe que a veces pasaba eso de que te salía en todos los posts.
Yo ayudo feliz en cositas que cualquiera que sepa leer pueda hacer. Lo más complicado me lo enseñan ;)
De a poco ha ido quedando bonito tu sitio, felicitaciones.
Qué bonito!! A mi me encanta viajar en autobus por eso... porque se puede contemplar el paisaje cambiante durante largas horas.
Un beso!
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